domingo, 18 de diciembre de 2011

19 Clark Street en Zamora



Ayer presenté de nuevo mi novela, fue en la Sala Berlín, en Zamora, acompañada de familia, amigos, conocidos y algún que otro roce del pasado. Hubo momentos en los que me dio la impresión de que el pasado había entrado en el local y se había aposentado en un taburete, de los altos, y me sonreía.
Aure, amigo mio desde hace 25 años, la presentó, me presentó y nos hizo reír, y mucho. Yo, comenté como había nacido y leí el gen que había escrito y que me animó a decidirme a escribirla:


Érase una tarde de navidad…
Imagino una estancia, mejor, una escena. Hace un año de aquella cena donde se inició esta vieja película. Dulcinea se convirtió en Rita, una mujer rota, huida de la vida, una mujer fatal cuyo chulo era Jota Hache.
Perdón, he obviado situarles en el tiempo, noche de niebla, de esas que al entrar en ellas dices “qué noche tan noche”. Los personajes se hallan en un local oscuro, ahumado, donde Louis, un mulato pelirrojo toca el saxo desgastando sus dígitos, buscando acordes, mientras otra mujer desgarrada de nombre Greta, de esas perdidas fuma ininterrumpidamente sentada en una mesa baja, de madera renegrida por el tabaco de humo…
Si dedicáramos cinco minutos a la visualización y descripción del local podríamos comprobar que la poca luz que recorta sombras proviene de velas encendidas sobre las mesas. Del mismo modo, las bebidas que reposan en una estantería de caoba, hueca y opaca huelen a pasado, a telarañas llenas de historia. Por otro lado, las sillas parecen detenerse temerosas de posaderas pesadas, mas en conjunto el garito parece ser sacado de una película de los años 20.
Es tarde, el crupier Yoni Yunior, enseña sus cartas a Arthur M.F, un periodista al que la suerte le acompaña esta noche, y mira a Marilín, una rubia teñida que insolente sube al escenario, coge el micrófono y echa pestes. ¡Cómo duele a veces la música!
Mientras, en una esquina apagada, Margot vestida de blanco y negro observa atentamente mientras acaba su bourbon, en vaso bajo y sin hielo, colocada de tabaco negro. A su lado, Josephine, parece acompañar los pasos de aquella, interrogando con la mirada, al tiempo que va tomando notas en una roída agenda aloque.
Súbitamente se abre la puerta y accede al local Jou el gendarme, alto y con bigote pegado a unos labios hermosamente tentadores mas calza en su costado derecho un arma de doble filo, interrumpe la canción y con ello, se abre el campo de miradas cruzadas, entre los personajes de este cuadro. Sin previo aviso, Jack recoge tres ceniceros y comienza a secar vasos mientras observa cómo Jou se acerca a la tabaquera, preguntándole el nombre. “Molly, ¿cerillas? ¿tabaco para liar?”. Jou le compra un paquete, del que saca un cigarrillo y lo enciende, al tiempo que hace anillos al expulsar el humo. Molly queda embelesada pero teme que descubra su secreto, el secreto que encierra este local.
Hoy es de esos días, mejor, de esas noches confusas, caprichosas, indecentes, argénteas.

HASTA SIEMPRE

3 comentarios:

Lequar dijo...

Nº 1 en ventas, ya lo verás...besos

Félix dijo...

Escribir un libro tiene que ser maravilloso, publicarlo un gustazo y presentar el libro editado y publicado un gran orgullo.

Lo leeré con ganas ;)

Belén Gala dijo...

He husmeado cada rincón de tu blog,
y te he encontrado clara y cristamina,
como te muestras siempre.
Percibiendo el olor de tus palabras,
me he inmiscuido en tus secretos pensamientos.
Oyendo tus notas cortas y largas,
te he notado cercana.
Tanto como con 1/3 de caña,
falamos tranquilamente.
He buscado tu olor fresco,
ese que habla de ilusión y sentimiento
al que me estás acostumbrando.
Y saboreando tus lecturas
he saciado mi sed.
Despacio, muy despacio
logré acariciar
la guarida del buen hacer:
poesías, relatos...
mucho de Glo por saber.

Gracias por dejarme adentrar en el mundo loco de la lectura. LLegarás lejos, seguro. Besos.