Su vida estuvo plagada de música. Puedo imaginarlo ahora, tocando el piano en cualquier esquina del cielo.
Bebo Valdés entró en mi vida en agosto de 2005, meses antes de aterrizar en Tenerife. Me invitaron al concierto, me encantó la idea, y allí me fui. Me acompañaba mi prima y una amiga, durante todo el espectaculo estuve escribiendo, aún guardo ese cuaderno, al finalizar concluí también lo escrito esa noche. Lo guardé tras titularlo CONCIERTO.
Y mientras preparaba mi viaje a Tenerife envié el poema a un concurso que encontré una tarde por la red. En septiembre de ese año, 2006, mientras regresaba a casa del trabajo me llamaron, había ganado el Primer Premio de Poesia de la isla de La Palma. Me gustaría poder transmitirles todo lo que sentí en ese momento, era un sueño hecho realidad, parecía que no lo hacía tan mal, alguien había decidido que aquel poema nacido durante un concierto se merecía un premio y nada menos que el primero. Logicamente porque en esta vida es de bien nacidos ser agradecido, escribí al pianista para contarle todo esto que ahora hago con ustedes. Fue una carta sentida que le hicieron llegar.
Poco más decirles, a Bebo le debo que siguiera escribiendo, y hoy quiero que se sepa y recordarle.
Les dejo con un artículo que escribí para una revista leonesa hace unos años.
Concierto y Bebo Valdés
Amaneció la noche, vino a decirnos que llegaba descalza, acongada,
pianísticamente libre.
Corría el 8 de septiembre de 2005, Bebo sellaba las
noches de Fonseca, en la ciudad de Salamanca. Ardía en deseos de escuchar en
vivo sus dígitos contra el blanco, contra el negro. Fue un concierto idílico,
acompañado de algunos músicos dejó que las historias que pueblan sus
composiciones rompieran el silencio y se adueñaran de aquella noche en la que
la luna iba creciendo en el firmamento.
Durante las casi dos horas que duró el concierto
escribí, escribí de todo lo que me transmitía su música, fue una ebriedad de
son cubano, dichoso, delicado:
No me digas quién ha venido
No quiero despertar.
Bebo entró en escena
Rompió el piano
Y una luz cinérea
Inundó el local.
Y así fue como nació un poema melódico con sello
cubano.
Y es que el oído, al igual que sucede con los otros
sentidos, tiene sus recursos para arroparnos el alma, desde una canción hasta
el sonido natural del propio mundo, engatusándonos y proporcionando tres
dimensiones al recuerdo, al momento, llegando en ocasiones a dolernos. Así es como, cuando añoro mi puerto tarareo
una melodía que sabe a mar, y como, sin querer, deslizo mis pensamientos bajo
el abrazo de una ola, surfeando, oliendo a telarañas en blanco y negro, tan
deliciosamente mías y a la vez…de todos.
Pero sin la música, las mañanas no serían
despertares a ritmo de rock, ni las noches silencios desde ese tocadiscos.
Amo la música, necesito de ella desde que amanezco
hasta que la luna se adueña de la noche. Tengo canciones grabadas en mi alma,
escucha, ¿te suena esta?
Hay muchos soles,
Decías
Apuntando cada cuerda
Con tus dígitos.
Una guitarra,
Y un silencio
Roído.
Un, dos tres,
Sígueme.
Cruza tu sueño
Arrincona las notas
Como boxeadores en un rin,
Acaricia la melodía
Cual atardecer.
Hay muchos soles
Y cada uno busca
Su amanecer entre tus dedos.
Siente el sonido aunque sea del silencio, del mar
en calma, del atardecer, del sol cuando choca contra el agua… siéntelo porque
está vivo.
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